
Un elocuente Michael Cera (con sus hiper expresivos ojos) nos regala un personaje adorable, protagonista de ésta historia-cómic-videojuego. Entre los más freackys (como yo) causará furor, y los que en su vida hayan tocado un videojuego, lo harán. O al menos les picará el gusanillo, por el irrefrenable deseo de tener un Joystick en las manos.
Recuperando a un Kieran Culkin casi olvidado, y con alguna otra cara conocida, la atención se la lleva de calle, prácticamente, en el protagonista, y con merecimiento. Convierte a ese anti-héore pre-treinteañero de actitudes reprochables, en luchador casual demasiado conmovedor al que dan ganas de achuchar por pánfilo.
La factura técnica es impecable, no sólo visual, sino también musicalmente, envolviendo al espectador en un ambiente naïf, casi de videoclip con toques de Street Fighter o incluso, puestos a decir, de Tekken o Guitar Hero.
Su historia basada en los elementos básicos del guión (chico quiere a chica), se adereza con especias novedosas (presentación de personajes, créditos iniciales, banda sonora, antagonistas…), y bastante de agradecer, para ésta espectadora cansada de las comedias de trama esperable. El chico es un antihéroe, la chica totalmente atípica, el malo más malo es el enemigo final más esperado, y ni siquiera es el enemigo final-final…
No es estrictamente lineal, ciertos giros de guión que podrían despistar a priori, se presentan con el acierto suficiente. Incluso el humor fuera de lo común juega con lo imposible y lo absurdo, constante de ésta ficción desternillante, que en alguna ocasión, sin embargo, quema un poco el cartucho.
¿Lo Peor?: La protagonista no terminó de convencerme, un poco plana. Quizá le faltaba un toque más personal. Me pareció fría.
¿Lo mejor?: Te deja pensando: ¿Qué nos cuenta? ¿Qué mensaje quiere darnos? ¿Por qué lo cuenta de ésta forma? Y sobre todo… ¿por qué comparte piso con Culkin?
Desde luego, una hora y pico de buen entretenimiento por el que merece la pena el viaje al cine.
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